Del Desvío al Destino
A los 14 años me hice la pregunta ¿Cómo llegué hasta aquí?
Fue en 1992, trabajaba en la farmacia Klee, en la famosa “Sexta Avenida” de la Zona 1 de Guatemala. Debía abordar el bus que me llevaba desde la zona 1 a la colonia Primero de Julio, un recurrido de 11 kilómetros, pero por la hora y el medio de transporte, sería como 1 hora de camino.
Por un viaje de mis papás, debía dormir en la casa de mi hermano por unos días, pero debía estar allí no más tarde de las 7 de la noche.
Abordé el bus como todas las tardes, me acomodé en el asiento que encontré y me dediqué a relajarme ya que me esperaba 1 hora de camino y si todo salía bien, llegaría antes de las 7 de la noche a la casa de mi hermano.
Desperté de un sobresalto y vi la hora: 6:50 de la noche. ¿Dónde estaba? No lo sabía. ¿Cómo había llegado allí? No lo sabía. ¿Qué sí sabía? Me había pasado de mi destino por haberme quedado dormido y solo tenía 10 minutos para llegar a la casa de mi hermano.
Lo que pasó después fue una odisea.
Muchas veces estamos en punto en la vida que no sabemos cómo llegamos allí y la realidad dista mucho de donde queríamos estar. ¿Qué pasó en el camino?
Algunas veces llegamos a donde queremos y seguimos creciendo. Otras, como me pasó a mí, llegamos a un lugar que no es donde queremos estar.
Puede ser en tu salud física. ¿Cómo llegaste a tener ese peso?
Puede ser en tu crecimiento profesional. ¿Qué pasó que te estancaste?
O en tus relaciones interpersonales. ¿Por qué se terminó esa relación?
¿Qué hacer en esa situación?
Cuando me di cuenta de que me había dormido y me había pasado de la estación donde debía bajarme ¡y peor aún!, que tenía el tiempo limitado; bajé en la siguiente estación, y corrí de regreso. Corrí lo más rápido que pude, pues no quería sufrir las consecuencias de llegar tarde. Tengo un leve recuerdo de haber llegado a la casa de mi hermano afligido, cansado por haber corrido lo más rápido que pude. No recuerdo si llegué a tiempo o no, pero llegué a mi destino.
Si te encuentras en un lugar que no es el ideal y no sabes cómo llegaste allí, bájate del bus. Bájate y apresúrate a llegar al lugar correcto. No hay nada de malo en retroceder para corregir el rumbo.
No te preocupes por las consecuencias, el destino es más importante.
Si te has dado cuenta de que tomaste el rumbo equivocado, haz un alto; reflexiona sobre lo que pasó y corrige el rumbo. Quizás solo te has desviado levemente y la corrección de rumbo aún se puede realizar sin problemas. O quizás sí debes detenerte y regresar. Incluso, puede que hasta debas replantearte un nuevo destino.
La victoria está en darse cuenta por uno mismo en dónde estamos; es una bendición poder despertar a la realidad. Peor sería que siguiéramos dormidos en el bus.
Si un niño de 14 años pudo corregir su rumbo, estoy seguro de que tú también podrás.
Si has pasado una experiencia similar, cuéntame en los comentarios cómo corregiste el rumbo y cómo llegaste a tu destino.